Ese cuento pochoclero que mi cabeza me contó cuando te fuiste de la cama
Te sentí despertarme con el movimiento cuidadoso que haces con las sábanas y no necesité abrir los ojos para saber que tu intención no era traerme a la vigilia. Sentí tus finos pies chocar el frío del piso cerámico en la ciega búsqueda de la alfombra o tus zapatos. Te levantaste como una gacela, con una de esas destrezas que marcan tus formas gatunas y oí tus silenciosos pasos uno y uno hacia el baño.
No quise que oyeras mi despertar hosco ni que sintieras que tu cruzada por levantarte sin luz había sido en vano. Supe que si abría los ojos más de la cuenta ya serías capaz de oirme o de acaso olerme despierto así que me concentré en sólo escuchar.
El agua acarició tibia tus manos y reconocí de manera mecánicamente exacta cómo te rascaste el cabello somnolientamente enredado. Oí cómo te miraste al espejo y por supuesto supe que tu atención se posó en ese pequeño punto negro en tu mejilla, que te acercaste lentamente al espejo para verlo mejor.
Tus pasos volvieron a sonar mudos por el pasillo, caminando hacia mí y yo volví a ser cuidadoso en fingir oniria: como si me hubiese movido en tu ausencia y quisiera reconstruir la escena antes de que tu perfume se acercara a mí.
Ya al lado mío y aún sin prender luminaria alguna sentí tu respiración cerca y te oí llorar en silencio. Dolió no ser capaz de abrazarte o decirte una palabra de aliento para alegrarte pero para tí yo estaba dormido y quería que siguieses pensando eso.
Momentos después - y por suerte: no habría sido capaz de aguantar la tentación de despertar por tí mucho más - tu respiración se alejó algunos metros y no tuve que abrir los ojos para saber que estabas en frente del armario. Tus manos deben haber acariciado mucha ropa en la penumbra hasta lograr su elección.
Tu pijama de seda se deslizó luego por tu tersa piel, como una competencia titánica para saber quién es más hermosa - acaso la seda, tu piel o vos misma - y pudo reproducir tu figura desnuda con lujo de detalles sin mirarte: la curva de tu cintura, la forma de tu ombligo, los pliegues de tus piernas, todos y cada uno de tus lunares, su forma y su color respectivo. Ya mi cuerpo no fue capaz de responder pero por un segundo quise derrotar mi actuación de sueño para acariciarte una vez más y disfrutarnos como la primera y la última vez.
Al oir la tela acariciándote de vuelta y percibir la ruta de tu perfume floral supe que habías elegido el vestido negro corto que te había regalado para nuestro aniversario. No tuve que urgar mucho en mis recuerdos para saberte perfectamente hermosa con él, arte de magia de las formas que elegí para verte aún más mía.
Caminaste con un andar pesado hacia el baño otra vez y podría haber abierto los ojos pero no fue necesario ni meritorio: por el tiempo que tardaste en frente del espejo y los metódicamente estudiados ruidos adiviné que te habías pintado los labios de rojo carmesí.
Tomaste los zapatos de taco alto que dejaste (dejamos) anoche en el pasillo y te fuiste sin saludarme, cerrando la puerta de nuestra casa silenciosamente.
No es posible que hayas ido a los brazos de otro... conmigo tienes todo lo que necesitas para ser feliz, y sabes que tú eres lo que me trajo a la vida. No serías capaz de engañarme, no en este mundo, tú me amas tanto como yo a tí. Debes haber tenido una excusa, una explicación... una historia de la que ambos nos reiríamos cuando te cuente de mi actuación de dormido, de mi locura de celos.
No serías capaz de irte de mi lado, no tendrías razón para hacerlo... verdad? Si tan sólo pudiese abrir mis ojos, mover mis brazos hacia el teléfono para llamarte y fingirme calmo y preocupado y preguntarte dónde estás pero mi cuerpo pesa por el sueño profundo y tengo los ojos pegados de tanto evitar abrirlos. Quizás todo esto sea una pesadilla y todavía duermes al lado mío.
La puerta de calle se abre y qué suerte que has vuelto, mi amor. Había temido cosas espantosas pero aquí estás de vuelta en casa, donde pertenecemos.
Iba ya a levantarme por más que cueste pero oí una voz masculina al lado tuyo y me congelé. ¿Cómo pude ser tan ingenuo? ¿Cómo pudiste abusar así de mi confianza? ¿En nuestra propia casa? ¿Conmigo presente?
Momento... Nada de lo que me imagino debe ser verdad. Esto es un simple malentendido. Es mi amor jugándome una mala pasada. Luego lo hablaremos y todo se aclarará. Lo oigo decir una palabra pero lo único que pude descifrar fue tu respuesta: fría, lejana:
-El cuerpo está en la cama. Pueden llevarselo.
No quise que oyeras mi despertar hosco ni que sintieras que tu cruzada por levantarte sin luz había sido en vano. Supe que si abría los ojos más de la cuenta ya serías capaz de oirme o de acaso olerme despierto así que me concentré en sólo escuchar.
El agua acarició tibia tus manos y reconocí de manera mecánicamente exacta cómo te rascaste el cabello somnolientamente enredado. Oí cómo te miraste al espejo y por supuesto supe que tu atención se posó en ese pequeño punto negro en tu mejilla, que te acercaste lentamente al espejo para verlo mejor.
Tus pasos volvieron a sonar mudos por el pasillo, caminando hacia mí y yo volví a ser cuidadoso en fingir oniria: como si me hubiese movido en tu ausencia y quisiera reconstruir la escena antes de que tu perfume se acercara a mí.
Ya al lado mío y aún sin prender luminaria alguna sentí tu respiración cerca y te oí llorar en silencio. Dolió no ser capaz de abrazarte o decirte una palabra de aliento para alegrarte pero para tí yo estaba dormido y quería que siguieses pensando eso.
Momentos después - y por suerte: no habría sido capaz de aguantar la tentación de despertar por tí mucho más - tu respiración se alejó algunos metros y no tuve que abrir los ojos para saber que estabas en frente del armario. Tus manos deben haber acariciado mucha ropa en la penumbra hasta lograr su elección.
Tu pijama de seda se deslizó luego por tu tersa piel, como una competencia titánica para saber quién es más hermosa - acaso la seda, tu piel o vos misma - y pudo reproducir tu figura desnuda con lujo de detalles sin mirarte: la curva de tu cintura, la forma de tu ombligo, los pliegues de tus piernas, todos y cada uno de tus lunares, su forma y su color respectivo. Ya mi cuerpo no fue capaz de responder pero por un segundo quise derrotar mi actuación de sueño para acariciarte una vez más y disfrutarnos como la primera y la última vez.
Al oir la tela acariciándote de vuelta y percibir la ruta de tu perfume floral supe que habías elegido el vestido negro corto que te había regalado para nuestro aniversario. No tuve que urgar mucho en mis recuerdos para saberte perfectamente hermosa con él, arte de magia de las formas que elegí para verte aún más mía.
Caminaste con un andar pesado hacia el baño otra vez y podría haber abierto los ojos pero no fue necesario ni meritorio: por el tiempo que tardaste en frente del espejo y los metódicamente estudiados ruidos adiviné que te habías pintado los labios de rojo carmesí.
Tomaste los zapatos de taco alto que dejaste (dejamos) anoche en el pasillo y te fuiste sin saludarme, cerrando la puerta de nuestra casa silenciosamente.
No es posible que hayas ido a los brazos de otro... conmigo tienes todo lo que necesitas para ser feliz, y sabes que tú eres lo que me trajo a la vida. No serías capaz de engañarme, no en este mundo, tú me amas tanto como yo a tí. Debes haber tenido una excusa, una explicación... una historia de la que ambos nos reiríamos cuando te cuente de mi actuación de dormido, de mi locura de celos.
No serías capaz de irte de mi lado, no tendrías razón para hacerlo... verdad? Si tan sólo pudiese abrir mis ojos, mover mis brazos hacia el teléfono para llamarte y fingirme calmo y preocupado y preguntarte dónde estás pero mi cuerpo pesa por el sueño profundo y tengo los ojos pegados de tanto evitar abrirlos. Quizás todo esto sea una pesadilla y todavía duermes al lado mío.
La puerta de calle se abre y qué suerte que has vuelto, mi amor. Había temido cosas espantosas pero aquí estás de vuelta en casa, donde pertenecemos.
Iba ya a levantarme por más que cueste pero oí una voz masculina al lado tuyo y me congelé. ¿Cómo pude ser tan ingenuo? ¿Cómo pudiste abusar así de mi confianza? ¿En nuestra propia casa? ¿Conmigo presente?
Momento... Nada de lo que me imagino debe ser verdad. Esto es un simple malentendido. Es mi amor jugándome una mala pasada. Luego lo hablaremos y todo se aclarará. Lo oigo decir una palabra pero lo único que pude descifrar fue tu respuesta: fría, lejana:
-El cuerpo está en la cama. Pueden llevarselo.
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