El pacto
Y hoy.... t menos papichas para la felicidad, hasta que la felicidad llegó, perduró y se fue. Y cuando llegó ya tenía el gustito de lo no definitivo: yo lo conozco muy bien. Últimamente también tengo muchas sensaciones de no-definitivos: como si algo no está donde debería estar. Nunca o tal vez siempre o sólo algunos días. Qué tristeza cuando la energía se fue... qué tristeza. Porque, aunque yo ya sabía que no iba a tardar mucho en desaparecer, siempre las despedidas son trágicas. Y heme aquí: hace quince minutos yo quería festejar mis triunfos y mis riesgos y mis derrotas, ahora, algo ebria y adormecida y angustiada y perdida y lamentable, ya solo quiero dormir. Y lo peor es que sé muy bien qué me devuelve el alma al cuerpo, qué me hace despertar del letargo del desánimo. pero no quiero decirlo muy seguido porque tengo como un pacto interno de lo más ridículo. Un pacto estúpido y niño y sin sentido, pero un pacto en sí. Y por eso no me puedo decir ni a mí misma ni a nadie (ustedes no son nada más que el producto de mi imaginación) qué es lo que me hace feliz, lo que me mueve de la silla y de la cama y del ejercicio de análisis, lo cual sí que es un logro. Yo sé la respuesta y la sé y la sé pero este estúpido pacto en el medio impidiéndome que lo cante a gritos, como si lograra algo comiéndome las palabras y las sonrisas. Tal vez sí y tal vez no. Lo único que sé es que todo esto me fastidia bastante.
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