El auspicio y Borges
Y releyéndome un poco en el blog no encuentro otra cosa que auspicio de cambio, de cosa que está por venir. Lindas las palabras y las analogías, me gusta dar verbos a sustantivos poco relacionables, y bailar en la disonancia. Pero qué con todo ese 'está por venir'? Nada que yo haya podido notar ha llegado todavía, todo queda por ser vivido.
Leer Borges me obliga a caer en el concepto de valentía: en sus cuentos, es valiente quien mata en la batalla y heroico el que muere por sus ideales. Qué queda entonces para los que vivimos? el arte, supongo.
Las composiciones de Jorge Luis son elaboradas y rimbombantes, demasiado cargadas de sintaxis para mi gusto. Pero no puedo evitar sentirme un poco como nieta al leer referencias a grandes personajes y escritores, griegos o ingleses o musulmanes; entonces ya me siento un poco más a gusto con lo que escribe pomposamente, sabiendo que hay muchas cosas que entenderé-cuando-sea-grande y luego me digno a caer en la idea principal de lo que propone y me lleno de eso que hace que mi intelecto sentimental funcione y asocie, como un grupo de arañas agarrándose de las patas y caminando al borde del caos pero con el orden que la naturaleza siempre logra.
Pero yo creo que la existencia es mucho más simple que eso: es mucho más Beatle en ese sentido. Para mí el amor se trata mucho más de lo que se canta en Michelle -Michelle, ma belle, this are words that go together well- que la excusa para justificar la nostalgia de los muertos y conocer el espejo al infinito, como plantea el escritor argentino. Borges se elabora en mundo y teología y valor e identidad, pero sólo me hace entender lo aburridamente solo que está en el universo que tiene que remitir a griegos y héroes para llegar a los temas más intrínsecos del alma y el intelecto. Digo: no creo que sea necesario. ¿Qué hay en Ulises que no haya en mí, mis hermanos o mi perro? ¿Por qué referir a grandes autores de la literatura y la filosofía cuando se puede expresar un mundo sin despertar a las viejas letras? Borges peca de rata de biblioteca, y ahí se queda solo: en los libros que él mismo leyó, releyó y reescribió.
Lo que me lleva de vuelta al auspicio bailarín de cada cosa que me leo desmembrando. Qué hay en lo que viene que pueda distraer mi atención del mismo momento en el que tecleo imágenes en una pantalla? Y qué hay más sustancial que lo que sucede en el instante en que tus ojos se posan en las letras que anteriormente dibujé para que vos leyeras esto ahora? No hay. Porque la magia de lo único es que todo lo es, ergo nada es único. Y con esto no digo que las cosas sean insignificantes, mas bien digo que no existe lo insignificante sino lo ignorado.
Con esto, el auspicio de algo por venir no es una profecía, no es una revelación ni un pronóstico. Simplemente es la ignorancia de todo lo que ya es, la falta de puntillismo al observar los hechos y las caras de las circunstancias más maravillosas de la vida, como un té caliente o un dolor de espalda meramente posicional. Todo lo que mires es un universo único, un conjunto infinito hacia adentro que remonta a donde quieras ir, esperando que lo observes y tomes conclusiones de él. Así, con el té caliente puedo viajar fácilmente a los días más hermosos de mi niñez celeste o a las tierras más desconocidas de la India. Y de vuelta por la secundaria y la revolución industrial y la pava y el azúcar en mi escritorio.
En qué cabeza cabe, teniendo tantas maravillas a mano, detenerme a pensar en la valentía de quien defiende de la muerte a Martín Fierro o lo que viene que huele a cosa blanca y esponjosa?
Tal vez haya que detenerse un segundo otra vez, observar lo que ha sido ya observado hasta el aburrimiento dominguero, mirar más cerca o más lejos, y dejar de una vez de jugar a ser bruja, para recuperar finalmente el don de la magia.
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