descanso al fin
quisiera compartir un té con usted hoy. uno imaginario... me atrevería hasta a decir himaginario: humeante en maneras curvadas y marcadamente delimitadas. Un té caricaturesco de las-doce mientras oímos un bowie de fondo, tal vez incluso un lou reed. añoranza de louis y ella en la punta de la lengua. te tengo ahí? una habitación peluda y suave, como de terciopelo que olvidó afeitarse y ya deja ver pequeños -y aún prolijos- mechoncitos de pelo más-largos-que-lo-debido. no te hablo de la Antesala, claro está: te hablo de una habitación nueva, más amena, menos oscura pero más potente. como una mirada fuerte de Club de la Serpiente, pero inofensiva en fin. almohadones en el piso de los más brillantes, en colores abrazables y espesos como esos abrazos en espiral. y las tazas, de formas curiosas, conservándose humeantes de manera ya caricaturesca hace líneas atrás. el tiempo moviéndose al compás de las letras, el ritmo con la cadencia que quieras atribuirle al contarlo como cuento con las pausas que tu aliento delimite.
bienvenida al descanso; a mí descanso, al menos. tenemos paredes anchas para detener el ruido pero aún así está el ventanal, mi ventanal, brillante y notable como siempre, siendo la única obra propia que alguna vez me gustó. el ventanal te refleja y te compone al photoshop natural con la vista citadina, las luces furiosas de la noche joven incluso de un domingo avaro y perezoso. estás ahí parada, con actitud de gato-en-busca-de-bicho: atenta a todo movimiento y un suave casiimperceptible menear de cola-antena. yo sé que estás esperando que el té enfríe aunque estás bien al tanto de que, en la sala del descanso, el té siempre está a la temperatura que vos querés: casi frío, perfectamente tomable. los hábitos, sí, son cosas que nos determinan y quizás son uno de esos fenómenos en los que no solemos reparar mucho, pero, oh, han salvado y condenado a la especie tantas veces.
yo tengo la tintura bailando sobre mis folículos mientras te observo mirar gatuna compuesta con la ciudad compuesta con la noche y pienso. siempre pienso incluso cuando estoy descansando, salvo cuando pienso en no pensar. mi tintura baila y cambia de colores imitando el caleidoscopio pero de una manera más cremosa. sé que si lo tocara, encontraría en la tintura una consistencia particular de fluido no-newtoniano, como ese pastiche de agua y maizena con el que tanto hemos de limar tantas veces. siento la tentación de jugar con el fluido-no-newtoniano-tintura, pero el caleidoscopio es frágil y ciertamente indeleble... y trabajar con dedos de colores caprichosamente cambiantes sería gracioso, pero altamente inconveniente.
podría quedarme en esta sala por semanas. de verdad quisiera hacerlo: invitar a seres amenos como amigos o mascotas o transeúntes amables. Invitarles un café o un libro, compartir por un párrafo o dos la compañía silenciosa de la calma vibrante de noche dominguil. extender el fin del descanso hasta tamaños enciclopédicos: impensablemente limitados, comprimidos desenfadadamente en tomos. ningún criterio de orden en absoluto, o tal vez sí, pero orden incalculable es desorden al fin. es nuestro secreto más profundo la clave del secreto del éxito: la noción de lo que va a terminar, de una manera u otra, a tropezones pero gentil. el descanso termina, sí; es eso lo que lo hace único e irremplazable. es un trato tácito con el tiempo-letra: vamos a salir de allí. y volver algún día, en busca del terciopelo tal vez afeitado tal vez descuidado. a mirar el jardín materno, a jugar con la vieja mascota, a pintar con el pincel roto.
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