Sombras
Me imagino caminando, sin rumbo fijo, por un plano bastante similar a un desierto, pero sin inclemencias climáticas... o más bien una pista de baile. El sol se mantiene iluminando pero se mueve a su gusto, y hay noches largas pero muy esporádicas.
Camino por el desierto-pista-de-baile despreocupada pero atenta. Miro alrededor: hay personas, árboles, piedras, todo lo que uno pueda imaginar. Lo único que hace que este lugar sea un desierto y no una ciudad es el espacio que existe entre una cosa y la otra; aunque existen aglomerados donde las distancias se acortan sustancialmente. Mi capacidad de movimiento es diferente a la que tengo en el mundo real: soy capaz de caminar la distancia que me plazca sin sufrir cansancio físico, pero no tengo ninguna manera de apurarme.
Tampoco existen, en este campo, obstáculos mayores. No hay paredes o caminos intrincados, sólo inmensidad y posibilidad de moverme hacia cualquier lado. El desierto se termina sólo cuando mi vida termina.
Ver un objeto o una persona en el desierto requiere considerable tiempo de caminata. Debo entonces tener un solo objetivo: saber elegir qué ver y qué no.
Debido a las distancias, es difícil distinguir qué objetos tengo alrededor. A lo lejos, un árbol puede parecer una torre y una roca puede parecer una persona. Lo único que tengo a favor para encontrar el camino deseado son las sombras. El sol proyecta generalmente sobre cada cosa una larga sombra, adecuadamente distorsionada según la hora. Una sombra no es perfecta con respecto a lo que proyecta, pero puede indicar vagamente la forma de lo que la precede.
A veces dos objetos suficientemente cercanos fusionan sus sombras, haciéndolas una sola, engañando mis cálculos hasta que estoy lo suficientemente cerca de ellos como para poder distinguirlos, notar que me dirijo hacia algo que no buscaba.
A veces, incluso, mucho tiempo de caminata persiguiendo una sombra culmina en la conclusión de que la sombra no era sombra verdadera sino mancha en el piso, sólo la sugerencia de algo que no es.
Hace un tiempo yo perseguía con gran interés una sombra intrincada, larga, curiosa. Fui capaz de calcular perspectivas, asumir riesgos, entusiasmarme. Caminé por bastante tiempo, buscando al emisor de esa sombra. Mientras tanto me crucé con otras eventualidades, sombras menores y mucho más predecibles. La sombra curiosa se hizo más y más grande, y pude asumir cercanía, pero aun no me fue posible distinguir al monstruo que la proyectaba. Estaba decidida a caminar directo a él, pero algo sucedió con la sombra o acaso con el sol. La sombra se transformó en algo que me asustó y me desagradó, y eso solo fue suficiente para que yo diera media vuelta y prosiguiera mi camino hacia otras sombras, otras eventualidades. Sin conocer jamás el monstruo atrás de la sombra.
El problema es que, no importa cuanto camine, esa sombra se mantiene lo suficientemente cerca para recordarme. Recordarme que no fui por ella, no develé el misterio; me alejé, por miedo o comodidad o ambas o ninguna, de algo que -tal vez jamás, al menos por lo pronto- no voy a conocer. Ignorar esa sombra cuando el sol desea que se vea hermosa se vuelve bastante complicado.
Paso entonces mi vida, caminando por este desierto sin sed, que no es más que el plano de mi tiempo mental. Busco cosas por ver: esos eventos de mi vida 'real' que a veces coinciden con lo que yo creo que van a ser, adivinando sus formas desde sus sombras; otras veces lo que yo espero encontrar no llega o llega con otra forma. Hay ocasiones en que la sobra de un evento es suficiente para que deje de intentar ir por él. Lo verdaderamente destacable es eso que sucede muy de vez en cuando, cuando al sol del desierto-tiempo-mental se le antoja no proyectar sombra sobre los objetos-eventos, y de repente me encuentro enfrente de una mágicamente inesperada aventura.
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Todo esto vino a mi cabeza luego de leer un relato perteneciente a Soñario, de Mempo Giardinelli. Transcribo el fragmento puntual:
Elogio de las sombras
En el sueño, Junichiro Tanizaki sostiene que los japoneces, por necesidad, descubrieron un día la belleza en el seno de la sombria y empezaron a valorar y utilizar arquitectónicamente sus posibilidades estéticas. Opacidad, desnudez, austeridad, sutileza y discreción pasaron a ser nuevos valores que, desde luego, son antítesis de los siempre recargados ambientes occidentales. Claro que la sombra no es lo opuesto a la luz -dice Tanizaki- sino el efecto de la propagación difusa y tenue de lo luminoso.
Me despierto preguntándome por qué los libros. ¿Por qué no me dediqué a estudiar el comportamiento de las sombras, que son tan limpias, ecológicas, inocuas? ¿Quién y desde qué altura; qué poder desconfiaría de las sombras?
Quizás debiera escribir un "Elogio de las Sombras", acaso componer una serie de sombras de arte.
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Camino por el desierto-pista-de-baile despreocupada pero atenta. Miro alrededor: hay personas, árboles, piedras, todo lo que uno pueda imaginar. Lo único que hace que este lugar sea un desierto y no una ciudad es el espacio que existe entre una cosa y la otra; aunque existen aglomerados donde las distancias se acortan sustancialmente. Mi capacidad de movimiento es diferente a la que tengo en el mundo real: soy capaz de caminar la distancia que me plazca sin sufrir cansancio físico, pero no tengo ninguna manera de apurarme.
Tampoco existen, en este campo, obstáculos mayores. No hay paredes o caminos intrincados, sólo inmensidad y posibilidad de moverme hacia cualquier lado. El desierto se termina sólo cuando mi vida termina.
Ver un objeto o una persona en el desierto requiere considerable tiempo de caminata. Debo entonces tener un solo objetivo: saber elegir qué ver y qué no.
Debido a las distancias, es difícil distinguir qué objetos tengo alrededor. A lo lejos, un árbol puede parecer una torre y una roca puede parecer una persona. Lo único que tengo a favor para encontrar el camino deseado son las sombras. El sol proyecta generalmente sobre cada cosa una larga sombra, adecuadamente distorsionada según la hora. Una sombra no es perfecta con respecto a lo que proyecta, pero puede indicar vagamente la forma de lo que la precede.
A veces dos objetos suficientemente cercanos fusionan sus sombras, haciéndolas una sola, engañando mis cálculos hasta que estoy lo suficientemente cerca de ellos como para poder distinguirlos, notar que me dirijo hacia algo que no buscaba.
A veces, incluso, mucho tiempo de caminata persiguiendo una sombra culmina en la conclusión de que la sombra no era sombra verdadera sino mancha en el piso, sólo la sugerencia de algo que no es.
Hace un tiempo yo perseguía con gran interés una sombra intrincada, larga, curiosa. Fui capaz de calcular perspectivas, asumir riesgos, entusiasmarme. Caminé por bastante tiempo, buscando al emisor de esa sombra. Mientras tanto me crucé con otras eventualidades, sombras menores y mucho más predecibles. La sombra curiosa se hizo más y más grande, y pude asumir cercanía, pero aun no me fue posible distinguir al monstruo que la proyectaba. Estaba decidida a caminar directo a él, pero algo sucedió con la sombra o acaso con el sol. La sombra se transformó en algo que me asustó y me desagradó, y eso solo fue suficiente para que yo diera media vuelta y prosiguiera mi camino hacia otras sombras, otras eventualidades. Sin conocer jamás el monstruo atrás de la sombra.
El problema es que, no importa cuanto camine, esa sombra se mantiene lo suficientemente cerca para recordarme. Recordarme que no fui por ella, no develé el misterio; me alejé, por miedo o comodidad o ambas o ninguna, de algo que -tal vez jamás, al menos por lo pronto- no voy a conocer. Ignorar esa sombra cuando el sol desea que se vea hermosa se vuelve bastante complicado.
Paso entonces mi vida, caminando por este desierto sin sed, que no es más que el plano de mi tiempo mental. Busco cosas por ver: esos eventos de mi vida 'real' que a veces coinciden con lo que yo creo que van a ser, adivinando sus formas desde sus sombras; otras veces lo que yo espero encontrar no llega o llega con otra forma. Hay ocasiones en que la sobra de un evento es suficiente para que deje de intentar ir por él. Lo verdaderamente destacable es eso que sucede muy de vez en cuando, cuando al sol del desierto-tiempo-mental se le antoja no proyectar sombra sobre los objetos-eventos, y de repente me encuentro enfrente de una mágicamente inesperada aventura.
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Todo esto vino a mi cabeza luego de leer un relato perteneciente a Soñario, de Mempo Giardinelli. Transcribo el fragmento puntual:
Elogio de las sombras
En el sueño, Junichiro Tanizaki sostiene que los japoneces, por necesidad, descubrieron un día la belleza en el seno de la sombria y empezaron a valorar y utilizar arquitectónicamente sus posibilidades estéticas. Opacidad, desnudez, austeridad, sutileza y discreción pasaron a ser nuevos valores que, desde luego, son antítesis de los siempre recargados ambientes occidentales. Claro que la sombra no es lo opuesto a la luz -dice Tanizaki- sino el efecto de la propagación difusa y tenue de lo luminoso.
Me despierto preguntándome por qué los libros. ¿Por qué no me dediqué a estudiar el comportamiento de las sombras, que son tan limpias, ecológicas, inocuas? ¿Quién y desde qué altura; qué poder desconfiaría de las sombras?
Quizás debiera escribir un "Elogio de las Sombras", acaso componer una serie de sombras de arte.
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2 Comments:
Mañana te llevo un mago de terramar.
Lo nombraste Lu, ¿qué te hace pensar que no estás yendo indeclinablemente hacia ahí con estas negativas? Todo lo que hacés -sepas vos que lo hacés o no- golpea con furia en el instante en el que estás.
Te amo.
Bienvenida, la antesala te estaba aguardando.
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