Saturday, February 13, 2010

Esa respuesta que te escribí sin leer lo que escribía

me subió una contractura hasta el cuello de toda la maravilla que produjiste y fue demasiado libre para mi liebre enjaulada.
no sé exactamente qué me mantiene tan tensa y tan oscura, pero claramente vos brillás en otra frecuencia -que huele a mi frecuencia pero exactamente inversa- como si fuese la sombra de una luz proyectando un objeto de ensueño.
y me encantaría brillar con tu magia pero hay otra magia que me hace endurecerme y llegar al límite de la angustia y volver hecha un soldado maltrecho, rígido y silencioso.
veintitrés treinta y tres el tiempo en el que ya no puedo hacer más que abrazar la oniria y pedirle a mi inconciente que me regale un buen puñado de sueños para amenizar este estúpido estado que ni siquiera es tristeza, y se parece casi a un enojo.
si embargo te veo brillar y mi sonrisa sale de algún lugar -no sé de dónde exactamente, te aseguro que, de tener una pista, habría ido a la fuente buscando más- y llega a mi cara todavía contracturada, todavía soldado.
te leo hablando de rechazos y de sueños y del amor más hermoso que podés sentir, ese amor al mundo y sus magias, y me hacés inmensamente feliz, tanto que mi cabeza late un poco.

recuerdo cuando me contaste que hablaste sobre el rechazo, y ahora sé que lo tenés muy claro. o al menos hasta donde el rechazo se deja ver claro, antes de convertirse en un monstruo con el rostro y la piel de cada uno.

tu juego me endulza y maravilla, amor mío.
bancame con un mate caliente, amargo como a vos te gusta y a mí también ya me está empezando a gustar.

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