Cuando soy libre

Quisiera contarte un montón de cosas que vengo limando en mi cabeza cuando estoy de verdad sola en el mundo. Cuando tengo la suerte de, por unos pocos minutos, ser verdaderamente libre. Eso es cuando me bajo del colectivo de turno, después de una larga jornada, y camino. Al ritmo que yo decido, y me detengo, y corro, y canto. Nadie en la calle, acaso algún auto lejano, acaso alguna ama de casa trasnochadora, acaso alguien paseando perros. Pero nadie en la calle. Todo cerrado y el viento adentro. Y yo estoy verdaderamente sola y soy verdaderamente libre. Tomo mi tiempo para caminar y pensar. Pensar de verdad. Pensar en esas cosas que me hace bien pensar. En las que mi mente se desliza sin que nadie le exija un camino, sin que yo le exija un camino. Y limo cosas fabulosas y recurrentes. Limes de amor y de anarquía y de facultad y de futuro y de pasado. Cuando hago esos caminos libres, no limo con el presente. No me pregunto la resolución de límites que no me salen ni me pregunto las horas trabajadas de los obreros ni me pregunto cuánta plata tengo ni me pregunto qué sera de pachi o de julián o de ga. Recuerdo con nostalgia a los alternobobos, proyecto con ansiedad la anarquía que deseo tanto, canto canciones sin melodía. Quisiera que te enteraras de todo lo que sucede cuando estoy verdaderamente sola, cuando estoy plácidamente sola. Pero claro: si estuvieses ahí yo no estaría sola. Pero deberías simplemente confiar que todo lo que sueño es maravilloso y brindar por eso. Porque cuando camino sola hago eso: soñar. Cuando duermo no sueño.