Wednesday, April 22, 2009

Delirios a una persona con nube

Como todavía no sé tu nombre (o al menos, el nombre que deberías tener, porque el nombre por el cual te conozco no me parece adecuado). De verdad no importa que te llames T o Gustavo o Magdalena, porque tu nombre ahora no es lo que me preocupa, o mejor dicho, es lo que menos me preocupa. Llegaste hace poco. Vos y esa mirada rara. Llegaste hace poco y no pudo importarme menos. Creí que eras un gato más, alguien naturalmente atractivo y desafiante, alguien con quien llevarse bien. Un gato más y como tal yo sentí la necesidad de picarte, lanzarte flechas y provocarte para medirte y etiquetarte como un Goliath o como una Delilah o como una Gabriela o como un Manuel o como un Damián o como un Julián o como una Lucía. Me es menester, todavía en esta vida nueva de Iván, medir a los gatos que cagan en mis piedritas, que llenan de felinidad mis alrededores. Otro gato hay donde nos conocemos, pero fue muy fácil (y tal vez demasiado) notar que aquel otro gato era un Goliath: simple, fácil, cariñoso felino. Todo esto de tu aparición sucedió hace poco, hace horas. Y al principio el factor de no poder encasillarte no fue tan terrible: a veces, cuando se trata de buenos gatos, tardo en etiquetar. O eso pensé al principio. Pero. Pero tuve que tener esa conversación con Pri hace una semana, para darme cuenta que después de un mes de conocerte, no era que no podía etiquetarte, sino que era que algo me impedía etiquetarte. Con Pri hablamos de una facción profunda (tan profunda que se vuelve turbia, arremolinada y oscura) de alguien en nuestro Universo. Con Pri hablamos de esa cosa profunda que tiene esta persona y automáticamente me vino la imagen del brillo de tus ojos oscuros y el ángulo loco que tiene tu mandíbula. Y ahí entendí, o creí entender: lo tuyo era todavía más oscuro. Desde ese momento, la necesidad de etiquetarte se volvió primordial.

Entendeme: tengo que etiquetarte para definir de una vez por todas si lo profundo y siniestro de lo que te veo viene a desafiarme o a alienarme o a alentarme o a seducirme o a ser curado (si es que esas cosas se curan, y siempre hablando de la cura a una enfermedad que no es enfermedad...) por mí. Sea lo que sea, tengo que saber a qué me estoy enfrentando, aunque sea tener la suposición a modo de placebo para mi ansiedad, por más que me equivoque y luego vos en realidad no existas o seas un perro. Como sea, necesito tener una hipótesis, un índice así te meto en el cajón etiquetado y ya lidiar con vos se vuelva algo menos inquietante.

Tuve mucho miedo desde la conversación que tuve con Ga, ayer a la noche. Hoy casi no pude mirarte a los ojos, pero siempre desvío un poco la vista, a ver si encuentro, en mi reflejo proyectado sobre el tuyo, la respuesta a mi interrogante. Si tan sólo pudiese recordar que sólo te conocí hace cinco minutos, que no tengo por qué haber logrado una etiqueta para ahora, todo sería, aunque sea un poquito, diferente. Pero no. Tuve que encastrar las fichas del rompecabezas manu-vos cuando hablábamos con Ga el viernes y perder todo tipo de raciocinio al respecto.

Y mi mala suerte. Otro capítulo. Desde que te conocí hace ponele dos semanas, tengo esta suerte horrible. Nunca antes algo así. Lo sé: simplismo absoluto el de atribuir la mala suerte a un desconocido misterioso que inquieta. Pero no puedo evitar la paranoia, la ansiedad que trae la paranoia, la persecución que trae la ansiedad, la paranoia que trae la persecución.

Hasta dónde llegué por hoy? No mucho, todo muy predecible: tanto que yo me siento muy desilusionada con mi propia imaginación lógica, por haber logrado algo tan pobre. Llegué a que lo que te veo y me inquieta, es definitivamente negativo. Negativo negativo como el plomo. Siento que lo que veo es negativo, y siento que vos no estás enteramente consciente (o estás completamente inconsciente) de su existencia... que no sabés todo lo profundo que es eso que te veo, esa nube de violeta oscurísima y muy, muy, muy densa. Creo que lo que tenés no es completamente tuyo, y peor aún, qu no está completamente desarrollado.

Ese es un gran temor, por cierto.

Que te etiquete o no, honestamente, no me inquieta tanto como este factor. Si esa nube violeta-negra que tenés alrededor, que es negra más por profunda que por mala, todavía no se desarrolló completamente... entonces estamos en problemas. Vos y yo o vos o yo. Pero va a haber un problema. Porque el desarrollo puede hacer que la nube crezca, y yo lo sufra; o puede ser que la nube se achique, y que vos lo sufras. Tengo que explicarte de qué hablo? tal vez no en palabras. Tal vez otro día.

Tal vez mañana tenga mi primer buen día enteramente bueno en la semana y todo esto se traduzca en "post inútilmente paranóico" o--
tal vez mañana llegue a casa desesperada, a escribir en mi bitácora otra prueba inductiva de que vos, de alguna manera, me estás trayendo toda esta pésima suerte, esta crispación absoluta, este vacío irrefrenable, esta ansiedad vertiginosa.

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2 tuvieron la pesima idea de hacer comments

2 Comments:

Blogger Unknown said...

El no, no existe.

La paranoia, sí.

La ansiedad, sí.

Vos, no.

Él, veremos.

11:40 AM  
Blogger El payador said...

el futuro aclarará todo
mientras tanto la duda, lo anhelado, la espera, cubren el panorama

4:29 PM  

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