Monday, December 27, 2010

el momento

No hablo de una noche cerrada, oscura. Hablo de la noche temprana, la noche permitida: ese instante antes de la hora de dormir reglamentaria para cada ser. Esa es la noche de la que hablo. En realidad, no tiene por qué ser de noche si bien te place para hacerte la imagen mental: podríamos hablar del momento anterior a la hora de la siesta y hablaríamos entonces del mismo momento comunitario de soledad cargada.

Hay silencio y quietud pero se siente todavía el calor de las actividades, la gente todavía osa moverse y caminar por la calle, preferentemente acompañada ya sea por otra persona o por algún compañero del resto del reino animal.

¿Qué te puedo decir? Vivo en una época en la que el miedo es mediático y casi obligatorio, y las sonrisas sugieren sólo segundos sentidos o malas intenciones. Quienes salen a estas horas a caminar por la ciudad son 'los inconscientes', o en el mejor de los casos quienes no tienen otra opción.

Las luces son tenues y los ruidos se escuchan fuertes pero mitigados por los últimos rumores de la actividad nocturna tras ventanas. Entre ellos, mi música y yo.

Camino con la cabeza alta y los hombros separados, paso firme y mirada perdida. Por un instante creí prudente estar atenta a las sombras cerca de mis pies, que podrían advertir otros transeúntes a cinco o tal vez seis metros de distancia, caminando atrás mío. Luego recordé que esa era otra de las tácticas bien sembradas en mi cabeza para prevenir calamidades.

El miedo de mi familia me canceló plazas de niñez, calles de adolescencia, amistades de por vida. No los culpo, ellos eligieron creer lo que quisieron creer, y vivir -y hacerme vivir- bajo ello.

Pero el miedo no es lo que quería decir. No en esto.

Quería decir que si hay un tiempo en el tiempo, y si existe acaso un momento entre otros, podría decir que éste es el momento más intrínsecamente mío. No la hora ni el espacio, pero todo lo que es una Buenos Aires de noche, en un barrio tranquilo, en un viaje de bondi diciendo buenas noches al conductor.

Éste momento es mío. La sonrisa dedicada a la pasajera constipada, el pensar sobre por qué y bajo qué circunstancias leo gente. El mover la cabeza y el pie en una convulsión al ritmo de la música de turno en mi portátil.

El momento en que mi casa es de nadie, o quizás del perro somnoliento. Pero este momento es mío sólo si yo vengo de la calle, salpicada del olor de la basura siendo movida y las persianas bajas y el colectivo que podría haber tardado pero llegó de toque.

Éste es el momento en el que mi cabeza está más erguida, mi orgullo está más expandido. Y el mundo me regala su frescura y yo a él mi alegría.

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Friday, December 03, 2010

ese coche

Creo que la historia empezaba antes de ver ese coche, pero por alguna razón, el coche absorvió mi atención tan intensamente que, por momentos, no hubo ni adelante ni atrás. La muerte es una cosa simple, tan simple que tal vez hubo que complejizarla un poco para que encajara en el entorno de la vida. Porque la vida sí que es compleja y maravillosa, la muerte es simplemente un instante y nada más y esa es la simpleza del asunto, sin antes ni después porque qué-sentido-tiene-despertar-a-los-muertos.
Caminaba por mi mundo de colores y de sol novedoso y me crucé con este coche fúnebre con flores y cajón y quién sabe qué persona solía habitar el cuerpo que era movido justo en frente mío pero puedo decir algo con suficiente certeza de bruja. No había nada de pena en todo ello. Ni en el coche, ni en los autos al rededor, por ningún lado sentí ese agujero de angustia que se forma en el pecho de las personas. Fue tan novedoso, tan simple, tan extraño... podría decir que perturbó mi parte más analítica, acostumbrada a tejer conclusiones astutas y elaboradas.
Hay algo decisivo sucediendo estos días. Claro que también complejizamos el destino y el viento y el arcoíris y oh, tantas simplezas complejizamos Dios-sabe-por-qué. Complejo o no, qué hacía ese coche fúnebre sin la pena de los muertos en vida?
La historia empezaba antes, creo, pero ya no sé qué historia era porque algo se abrió en mí en ese momento y en muchos otros más. Siempre hay más para aprender, y siempre hay más para crear. Y esa cosa nueva que se abrió es como la cosa que no es dualidad, y está más allá. Manejo fechas y números y dinero y ofertas laborales. Enseño pequeñas cosas sobre música y puedo leer pertituras. Mi padre se da el gusto de darme dinero 'para que me divierta'.

¿Y qué si hay otra cosa, más allá del todo y la nada y el caos, lejos de las definiciones de cualquier lenguaje existente?

Algo nuevo y más puro, más simple, más completo.
Huele a unidad y no sé


todavía no sé cómo se llama.

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